
Tras más de 7 meses confinada, con reducidas salidas y poco contacto con otras personas, mi persona se vino derrumbando. Solía ser una persona muy feliz y amena, tanto que mi mamá me apodaba “su cascabel”. Pero el hecho de sentir que estaba viviendo el mismo día una y otra vez, el estar encerrada y tener que limitar mis actividades a lo mismo, sin sentir ninguna satisfacción por lo que hacía, me llevó a una crisis existencial.
La primera alarma fue darme cuenta de que mi respuesta a la pregunta: ¿cómo estás? Era un cansada, un harta, ya fastidiada. Hasta que llega el momento en que tienes que decir hasta aquí, ese momento en el que tú misma te das cuenta de que ese camino te está llevando a un final poco feliz.
Esa rutina, me estaba llevando por la senda del conformismo colocándome en la zona del confort. Pero no de un confort “rico” que te hace quedar inmóvil porque estás disfrutando del momento, sino uno que te hace entrar en crisis.
Y son los momentos de crisis, los que se convierten en un punto de inflexión en la vida. Porque te das cuenta de que puede seguir yendo para abajo, pero también puedes ir para arriba y tomar esa fuerza como un impulso. Esa es la señal para tomar una radiografía de tu vida, contemplar qué estás haciendo con ella, a dónde vas.
Así que decidí cambiar la perspectiva con la que la veía. Mi vida era mi mayor proyecto, era mi mejor empresa. Comencé con cuestiones filosóficas muy profundas, cuestionarme quién soy, qué soy, me gusta lo que soy actualmente, qué quiero lograr; pero la que más trabajo me costó fue: qué me gusta. Parecía que la marea de la maternidad me había tragado, y hecho medio flotar sin percatarme de que estaba perdiendo la esencia.
Los procesos son tardados, son reflexivos y dolorosos. Te hacen dar saltos en el tiempo, recordando y trayendo a flote miles de momentos. Pero es ahí donde todo ese sufrimiento te hace sentir como un ave fénix. Te vas consumiendo durante el proceso, te vuelves cenizas, pero vas a renacer.
Estás construyendo un nuevo Yo, un ente que se siente reconocido, un ente que se va adaptando a las nuevas circunstancias y realidades de su entorno. Porque la vida es todo un proceso de adaptación, tu yo de ayer vivía una realidad diferente a tu yo de hoy, incluso al que serás en 1, 5 o 10 años; debido a que todo cambia y sería muy triste no hacerlo.
Reconstrúyete las veces que sean necesarias, haz tu proceso hasta que logres esa versión de ti que brilla, que genera una luz alrededor de la cual todas brillaremos. No es necesaria una pandemia o una crisis para cambiar, aunque estas son señales inequívocas de que debemos aclimatarnos a los nuevos retos, siempre tratando de resaltar lo mejor de nosotras.
Y recuerda que en esta vida es: “Renovarse o morir”. Eres tu mejor empresa, tu mejor proyecto… vuelca todas tus energías, tu fe y tu esperanza en tu reconstrucción.