
Hay frases que en el 2020 se volvieron “de cajón”, que se repiten muchas veces, pero en realidad son respuesta al desconcierto de un cambio abrupto. Hay dos de ellas que quisiera retomar “este año el mundo cambió” y “es necesario reinventarnos”.
En los primeros meses del 2020 nuestras rutinas, nuestra vida, nuestra forma de habitar el mundo tuvo un giro repentino, nos vimos concentrados con nuestras familias en casa, se incrementaron las horas de convivencia y por la puerta entraron trabajos y colegios a existir en un sólo espacio. Desde allí, cada uno comenzó a adaptarse y a asumir roles y retos que permitieran continuar desde un contexto cotidiano y al vez completamente nuevo. Comenzamos a solucionar necesidades, a pensar en cosas que antes sucedían mientras no estábamos en casa y eso exigió abrir nuevos caminos, innovar y muchas veces acudir a la invención y a la reinvención.
Todos, sin excepción, encontramos desafíos, pero vamos a hablar aquí del que enfrentamos las mamás, quienes además de ser mamás, asumimos el rol de maestras, como apoyo a la adaptación al aprendizaje virtual de sus hijos e hijas, con un espacio escolar que también estaba lleno de incertidumbres. Sumando además los retos de trabajar desde casa y de volver a ser mamá durante todas las horas del día..
En ese escenario, recordé y quiero compartir con ustedes las enseñanzas de Disciplina Positiva de Jane Nelsen y Lynn Lott (2006). Sus principios y reflexiones han sido muy relevantes para la crianza de mis hijos, aún más en este contexto donde tenemos espacios más intensos de convivencia y todos nos estamos adaptando a comprender la realidad de diferentes maneras. A partir del marco de Disciplina Positiva y de ver este momento cómo oportunidad quiero explorar 5 aspectos y relacionarlos con nuestra experiencia durante este año extraño.
Inicialmente, me interesa re-enmarcar ese tiempo que tenemos con nuestra familia en casa como una oportunidad vital de construir juntos a largo plazo, como un tiempo histórico que nos marcará y que recordaremos siempre. Así mismo, me parece relevante revisar un principio de la Disciplina Positiva que es el sentido de pertenencia, necesidad primaria de todo ser humano, que nos vincula afectivamente y que en condiciones ideales es en la familia donde se afianza y fortalece, todos nos deberíamos sentir parte del lugar que compartimos. También quiero explorar otro principio de la disciplina positiva que es el de la colaboración, los seres humanos florecemos cuando nos sentimos útiles y aportamos al cuidado de los otros, trabajamos juntos por el bien común.
Para poner en práctica estos tres principios, es relevante reflexionar sobre nuestro estilo parental y crear de manera consciente una estructura sólida que nos permita ser a la vez firmes pero amorosos. Finalmente, en este contexto, más que nunca me parece importante hablar sobre la vulnerabilidad, la capacidad de equivocarnos, cometer errores y aprender de ellos, sin quedarnos en la culpa, es decir ver el error como oportunidad de aprendizaje.
Estos 5 elementos son útiles para dar sentido al momento en que vivimos y propiciar relaciones de cuidado y una crianza más consciente.
Siempre, es un instante
Nuestra vida se construye de instantes, momentos fugaces que pasan muchas veces sin que seamos conscientes de ello. Dejamos pasar grandes oportunidades por ejemplo cuando corregimos una conducta que no incomoda y que queremos controlar pero estamos enfocados en el momento y no en el aprendizaje que queremos a largo plazo o en el tipo de adulto en el que queremos que nuestros hijos se transformen.
Esta claridad es importante en estos tiempos extraños, todos recordaremos este tiempo en el futuro, especialmente los niños y niñas, tenemos la posibilidad de elegir que queremos que recuerden y es seguro que no quisiéramos que recuerden regaños y castigos. Es aquí donde se inicia la reflexión de la Disciplina Positiva y las invito a contestar dos preguntas que nos hacen más conscientes de lo que queremos hacer en la educación de nuestros hijos, te propongo que las contestes por escrito y que vuelvas a ellas, cuando necesites recargar energías para hacer una buena labor.
¿Qué características y cualidades quisiera que tuvieran mis hijos e hijas en 20 años?
¿De qué depende el desarrollo de esas características?
Ese futuro que soñamos se construye diariamente, existe una conexión entre lo que hacemos hoy y el largo plazo, esto nos invita a pensar más allá del control y la perfección. Lo que debemos crear para nuestros hijos son oportunidades de aprendizaje que les permitan experimentar, equivocarse, corregir y asumir responsabilidades, es decir desarrollen autonomía.
Todos queremos pertenecer
Alfred Alder y Rudolf Dreikus en el siglo pasado identificaron que sentirse perteneciente era una necesidad psicológica primordial de los seres humanos. Todos queremos pertenecer, vincularnos, sentir que encajamos.
El espacio familiar como contexto es fundamental para el sentido de pertenencia, niños y niñas, mujeres y hombres queremos que ese sea un espacio en el que podemos aportar, en el que nos valoran como somos, en el que nos incluyen. Pero, nuevamente aunque parece obvio a veces esto no sucede, porque no se da de manera espontánea, debe ser un esfuerzo intencional. En tiempos de tensión por ejemplo muchas veces nuestras respuestas para nuestras hijas e hijos son automáticas y no siempre para hacer sentir al niño incluido y valorado. Yo me he visito contestando cosas cómo, “Ahora no tengo tiempo” “Estoy muy ocupada, no me molestes”, “Ya paren”, “No me interesan sus excusas quedan todos castigados” y si revisamos ninguna de esas respuestas es cuidadosa, ninguna genera conexión, ninguna propicia el aprendizaje y mucho menos sentido de pertenencia, mi piloto automático no hace sentir importantes a mis hijos.
¿Qué hacer? En primera instancia apagar el piloto automático, detenernos y pensar en nuestra respuesta, en segunda instancia generar una estructura que nos permita darle atención dedicada a cada hijo y tener tiempo para nuestro trabajo y para nosotros, respetar esa estructura y esas rutinas como sagrada. Tercero, hablar con nuestros hijos y explicarles nuestra visión de la situación, del manejo del tiempo y del momento en que vivimos: – Estamos todos en la casa, pero nos vamos a cuidar unos a otros, mamá va a trabajar desde temprano y hasta las 4 y luego podemos jugar juntos o platicar. Tu mientras mamá trabaja vas a estar muy atento a tus clases… Cuarto, involucrarlos en las tareas del hogar, un niño pequeño puede recoger su ropa y ponerla en el cesto, una niña de 8 años puede preparar un desayuno sencillo, un joven de 14 puede ser el encargado de pedir el mercado a domicilio, todos pueden limpiar y organizar, puede que no lo hagan cómo tu, pero con práctica seguro lo harán mejor y sentirse aportando es una buena forma de ocupar el tiempo.
Juntos la vida queremos gozar
Otro principio de la disciplina positiva tiene que ver con el interés de hacer de este mundo un mundo mejor y la capacidad de cada uno para lograrlo. Esto es esencial para la convivencia cercana, queremos que nuestros hijos piensen, sientan y actúen generosamente, sin individualismo y que sepan que todos tenemos necesidades.
Este ha sido un tiempo de aprender a cuidarnos para cuidar a otros, entonces resulta muy importante que cómo mamá nos demos tiempo para estar bien, hacer ejercicio, meditar, agradecer. Si estamos bien, es probable que tengamos más energía para cuidar a otros. También es esencial enseñar a nuestros hijos a cuidar a otros y el valor que tiene por ejemplo algo tan sencillo como lavarse las manos o ponerse un tapabocas. Estos dos son actos sencillos en el marco individual, es también importante que se sientan capaces de ayudar en casa, recoger, ordenar, limpiar son tareas que se pueden compartir. Si vamos más allá, también es relevante que nuestros hijos vean los efectos que tiene esta problemática, por ejemplo hay gente que ha perdidos su trabajo, por esto no tiene como comprar alimentos, podemos ayudarle con un mercado, o comprender que su maestra también esta cuidando a una familia o la importancia de enviar un mensaje cariñoso cuando alguien esta enfermo. Es ahora donde tenemos la oportunidad de practicar la compasión y aprender el real sentido de ayudar.
Amabilidad y Firmeza, la clave de los estilos parentales
Llegó el momento de reflexionar, de mirar para adentro y preguntarnos cómo somos como madres y que tipo de disciplina tenemos en nuestro hogar. Todas tenemos nuestros momentos más estrictos, también los más libres, pero en ese esfuerzo de criar de manera consciente lo esencial es el balance entre amabilidad y firmeza.
Nuestra forma de ser madres, se llama estilo parental. Esta de un lado la educación más tradicional, donde el castigo y el regaño son la forma de controlar el comportamiento, hay un alto nivel de estructura, reglas y pocas opciones, las desiciones las toman los padres y los niños actúan con miedo, este estilo se llama autoritario. En el otro extremo están los padres y madres permisivos, el niño es quien decide lo que quiere hacer o no, es muy libre y sin estructura, no hay horarios, pocas reglas y mínimas exigencias, el que exige es ese niño o esa niña, que poco a poco se manifiesta cómo un pequeño tirano. El balance o punto medio, se ha llamado estilo autoritario o democrático, en este se han establecido normas claras que se han conversado en familia, así como las consecuencias de incumplir esas normas, los niños tienen opciones y también tienen límites, la estructura es clara y cuando lo padres deben corregir siempre prima el respeto y la importancia de la conexión.
Revisemos entonces este tiempo de vida intenso, y pensemos qué estilo ha sido predominante y como han respondido nuestro niños y niñas a este estímulo, de manera muy intencional planteemos una estructura clara y platiquemos en familia sobre ella. ¿Cómo queremos estar en casa? ¿Qué reglas tenemos que tener para disfrutar estar juntos?
El error como oportunidad de aprendizaje.
Este último elemento es muy relevante en estos tiempos. Un pequeño virus nos ha hecho sentir vulnerables, frágiles y no sabemos asumir esa fragilidad, porque crecimos pensando que éramos capaces de controlarlo todo. Reconocernos vulnerables, le abre paso a un gran maestro de vida, el error. Es cuando nos equivocamos y comentemos errores que se nos presenta la oportunidad de reflexionar sobre cómo hacer mejor las cosas, para los niños y niñas equivocarse es fundamental, tener la oportunidad de hacerlo sin sentirse culpables un gran regalo que podemos darles.
¿Qué pasa si un niño riega su jugo de la mañana? ¿ö si patinando rompe un jarrón que nos gusta? ¿ ó si un día de invierno sale sin su abrigo?
¿Qué hacemos los adultos en esas situaciones?
Corremos por un trapo y limpiamos el jugo, o regañamos fuertemente o insistimos en nuestro punto. ¿Qué pasa si dejamos que el niño o la niña asuman la situación y planteen una solución?
El niño seguramente puede ir por el trapo, seguramente no sabrá bien cómo limpiar pero hará su mejor intento y tendrá más cuidado la próxima vez.
Equivocarnos nos hace humanos, nos acerca y nos permite entender que no hay super héroes sino personas en constante aprendizaje.
Lecturas Recomendadas
Disciplina Positiva por Jane Nesten